Ángel Sánchez Pozuelo (Taberna de Almodóvar): «La Taberna de Almodóvar fue una peregrinación desde Córdoba»

Ángel Sánchez Pozuelo es el actual gerente, junto a su hermana Carmen María, de la Taberna de Almodóvar, negocio fundado en el pueblo del mismo nombre en los años 40, y que ha ido evolucionando desde el bar de pueblo tradicional al restaurante moderno recomendado en todas las guías y habitual de distinguidos premios gastronómicos. Los tratantes y agricultores que iban a tomar aguardiente hace 80 años han dado paso en la capital a los comensales de mesa y mantel que acuden por la fama de los platos. Pero algo no cambia, la familia que empezó un proyecto que crece y cambia manteniendo su esencia.

– ¿En qué año se inaugura la Taberna de Almodóvar en su sitio original, Almodóvar del Río?

– La puso en marcha mi abuelo Juan Sánchez, no sé el año exacto, pero sería el cuarenta y tantos. Tenía en realidad una tienda de ultramarinos, una típica tienda de ultramarinos de pueblo, y en aquella época el bar era muy pequeñito, estaba como anexo. Es gracioso, porque entonces lo que ocurría era que en el ultramarinos te dejaban a deber: "Juanito, apunte usted ahí, apunte usted ahí, apunte usted ahí...". Sin embargo en el bar llegaban a tomarse el medio y pagaban. Así que el bar se fue comiendo al ultramarinos y finalmente el negocio se quedó únicamente en el bar.

– ¿Tenía ya el nombre de Taberna de Almodóvar?

– Se llamaba Bar Cuatro Caminos porque está situado en un cruce por donde antiguamente transitaba todo el mundo para cruzar el río, que no tenía puente, sino una barcaza. Una de las calles, de hecho, se llama Camino de la Barca. Era el sitio donde paraban todos los tratantes y la gente que iba al campo para tomarse su cafelito o su coñac. Era un trasiego constante de personas. Hoy día la plaza donde está situado se llama Cuatro Caminos por el bar de mi abuelo.

– Y supongo que todos los clientes acudirían en el transporte de la época (caballos, carros), debió tener una curiosa estampa vista desde hoy

– Caballos, carros, mulas...mi padre tiene algunas fotografías de entonces. Y también de la barca. Incluso una donde Manolete está cruzando el río en la barcaza. Se montó para cruzar a las fincas que había al otro lado del río.

– ¿Era un bar de sólo licores, aguardiente y vino?

– Alguna cosita de comer se ponía. Lo típico de aquella época. Además el bar de mi abuelo fue el primer sitio de Almodóvar a donde llegó la televisión.

– ¿Ah, sí?

– Imagínate, todos los vecinos se reunían allí para verla.

– ¿Cómo fue evolucionando el negocio?

– Mi padre, Juan Sánchez Doblares, empezó sobre el 77 o así, después de estar en hoteles en las islas Baleares, también en Málaga...estuvo aprendiendo hostelería en muchos sitios. También estuvo de preventista de cositas de cristal y conoció parte del norte de España, entre otras cosas porque hizo la mili en Vitoria, y se trajo de allí muchas ideas.

– No fue de esas personas que directamente empiezan de muy jóvenes en el negocio familiar.

– No, y todo eso le enriqueció. Para empezar le cambió el nombre al bar de mi abuelo. Le pusieron cafetería Ángel, porque a mi padre le conocen como Ángel todos los amigos, sus hijos y también mi madre. Aunque se llame Juan.

– ¿Y eso?

– Es una historia muy larga [ríe].

– ¡Cuéntela!

– Mi padre y mis tías son cuatro hermanos: tres hembras y un varón. Mi padre es el más pequeño de todos. En aquellos entonces no se sabía el sexo de los bebés, y mi abuelo -resignado- dijo: otra hembra. Y mi abuela decía: "ésta se va a llamar Angelita". La sorpresa fue cuando nació mi padre. Mi abuela le dijo a mi abuelo: "se te vaya a ocurrir ponerle Juan, que se llama Ángel". Mi abuelo fue al juzgado y le puso Juan, porque quería que se llamase como él. Pero mi abuela dijo: "éste se va a llamar Ángel". Y desde chiquitín: "Ángel, Ángel, Ángel...". Todo el mundo lo conoce como Ángel. Yo soy Ángel...pero de verdad [ríe].

– ¿Cambió solamente el nombre del bar?

– A primeros de los 80 era una cafetería y tenía mucho tapeo. A mi padre le gustaba mucho la música y era también el lugar de encuentro de la gente joven. Hacían de todo. Se levantaban temprano y hacían churros, pero también organizaban bingos. De verdad hacían de todo desde las cinco de la mañana para los churros hasta la una de la madrugada cuando quedaba un cliente tomándose un medio... mientras mi padre pegaba cabezazos. Eran los difíciles comienzos. Pero como te decía mi padre había trabajado fuera y había viajado, así que fue transformando el sitio, y para mediados de los 80 hicieron una reforma y le pusieron de nombre sencillamente La Taberna Casa de Comidas. Ahí hubo un cambio a restaurante. Consiguieron además popularizar mucho sus platos en Córdoba capital, porque acudían a la Expo Córdoba que se celebraba en el Palacio de la Merced.

– Me acuerdo. Luego se cambió a un polígono industrial

– Al Polígono de San Carlos. Pues al conseguir popularizar sus platos aquello se convirtió en una peregrinación a Almodóvar desde Córdoba.

– ¿De dónde proceden las famosas recetas de La Taberna de Almodóvar?

– Las recetas más tradicionales vienen de un tío de mi padre, el Tío Ricardo. Ya murió, yo ni siquiera le conocí. El Tío Ricardo es el poseedor de la receta de la famosa croqueta de Almodóvar. Fue quien enseñó a mi abuela, mi abuela enseñó a mi madre y ahora la tiene mi hermana. Este hombre era un gran cocinero que trabajaba en Córdoba en grandes casas particulares. Él iba a cocinar a las casas de grandes familias. También enseñó a mi abuela otras muchas recetas que hoy día mantenemos tal cual.

LAS FAMOSAS CROQUETAS DE ALMODÓVAR

Aunque no se puede desvelar el secreto de las famosas croquetas de Almodóvar, como indica Ángel «lo que más sorprende a la gente es que lleve carne y pescado a la vez, y por supuesto el tamaño, porque es un croquetón». Y así, esa croqueta o más bien croquetón lleva pollo, jamón, merluza, huevo duro, leche y cebollita.

– Además de las croquetas, la carta de la casa contiene multitud de especialidades

– Cuando los clientes me preguntan por una sugerencia les digo que se tapen los ojos y que señalen algo de la carta, que tiene que estar bueno. Si no, no lo tengo yo en la carta. Procuramos que todos sean platos consolidados y más que estudiados. Nuestra seña de identidad es la cocina de producto con recetas tradicionales, dándole un poquito de innovación en algunas elaboraciones.

– Han sido ustedes decisivos en la recuperación de la mazamorra. Antes no se veía en ningún sitio y gracias a la labor de restaurantes como el suyo se ha convertido en habitual en las cartas de la ciudad.

– Era un plato que se ponía para comer nosotros cuando terminaba el servicio. Yo era muy pequeño. Cuando el restaurante se hizo muy popular en los 80 con todo lo que te he contado de la Expo Córdoba y la peregrinación a Almodóvar, mi padre decidió sacar el plato a la carta, puesto que estaba en el recetario de las casas del pueblo. Él se dijo: "esto está buenísimo y hay que sacarlo a la mesa del restaurante, que seguro que funciona, ya que funciona el salmorejo y esto es más antiguo". Y empezó a ponerlo junto a mi madre, Antonia Pozuelo. Mi madre es el brazo ejecutor [ríe].

– ¿Cómo llega la aventura de La Taberna de Almodóvar en Córdoba capital?

– Estábamos muy bien en Almodóvar, con un negocio familiar tranquilo y asentado, con dos trabajadores. La crisis económica del 2008 nos afectó un poco, no mucho, a lo largo de los años, pero sobre todo empezamos a notar que la gente seguía viniendo pero cada vez con más reticencias por el asunto de la bebida y la carretera. Aparte era una decisión que mi padre llevaba sopesando años. Hubo varias oportunidades que no cuajaron. Pero en el 2017, cuando ya estaba claro que mi hermana y yo íbamos a coger las riendas del negocio, se puso a tiro este local, que era El Buey.

– ¿Los dos ya trabajabais en la taberna allá en Almodóvar?

– Sí, aunque mi hermana hizo historia del arte, que poco tiene que ver con esto. Yo estudié turismo, que está algo más relacionado. Pero ambos teníamos ya claro que seguíamos con el negocio. Por cierto, lo intentamos con este mismo local en el 2015 pero no salió. Fue ya en el 2017. Decidimos cerrar Almodóvar y nos vinimos aquí. La empresa pasó de tener dos trabajadores a 14 ó 15.

– Recuerdo que el éxito de la taberna fue inmediato, pero llega la pandemia...

– Nos afectó muchísimo, porque además no teníamos terraza. Esos meses empecé a darle vueltas a la cabeza junto a José Aguilera, mi mano derecha aquí en la empresa, y decidimos reabrir Almodóvar. Así podíamos repartir a los trabajadores sin necesidad de despedir a ninguno. Empezamos a abrir en el pueblo solamente viernes, sábado y domingo, pero ya se abre en horario normal todos los días.

– ¿Qué cree que han aportado tanto su hermana como usted al trabajo de la Taberna de Almodóvar con respecto a generaciones anteriores?

– Nosotros veníamos de un negocio familiar, y no teníamos ni idea sobre cómo tratar un negocio más grande. Así que le hemos dado a la empresa gestión y estructura.

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