Córdoba, una ciudad rica en historia y tradiciones, es también hogar de tabernas emblemáticas que han dejado huella en la memoria colectiva de sus habitantes. Entre ellas destaca la Taberna González y Guzmán, un lugar que transporta a sus visitantes a épocas pasadas y les brinda una experiencia auténtica en un entorno lleno de encanto.
Situada en la calle José Zorrilla, en la parte trasera del Gran Teatro, esta taberna se convirtió en punto de encuentro para numerosos artistas de las diferentes compañías teatrales que actuaban en el teatro. Actores, actrices, músicos y bailarines encontraban en González y Guzmán un lugar acogedor donde disfrutar de buenos momentos y compartir experiencias.
Pero no solo los artistas eran asiduos a esta taberna. Magistrados, abogados y personal de la Audiencia Provincial, ubicada en la cercana Avenida del Gran Capitán, también encontraban en este lugar un espacio de distensión y camaradería. La mezcla de personalidades y conversaciones animadas daba vida a la taberna, convirtiéndola en un refugio de encuentros inolvidables.
Entre los clientes habituales de la Taberna González y Guzmán destacaba un personaje popular conocido como Miguelito del Río. Este simpático individuo, miembro de la Peña Los Aviones y socio de la singular Peña Los 99, aportaba su alegría y buen humor a los momentos compartidos en este entrañable establecimiento. Su presencia era siempre motivo de sonrisas y anécdotas que aún se recuerdan con cariño.
Es importante destacar que no debemos confundir la Taberna González y Guzmán con otra taberna de nombre similar ubicada en la calle Judíos, conocida como Taberna Guzmán. Aunque ambas llevaban el apellido Guzmán en su nombre, el propietario de ambas llegó a ser Rafael Guzmán Montilla. Cada una de ellas tenía su propio encanto y personalidad, atrayendo a diferentes clientes y creando su propia historia en la trama de la vida cotidiana de Córdoba.
A pesar del paso del tiempo, la Taberna González y Guzmán ha logrado mantener su esencia y autenticidad. Conservaba la magia de antaño en sus paredes, sus mesas de madera desgastada y su barra de cobre pulido. Cada rincón de este establecimiento guardaba recuerdos y susurraba historias que hablan del pasado y del presente de la ciudad.
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Extracto de "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba. 20 de marzo de 1988
- La taberna de González, más tarde Rafael Guzmán, está situada en la calle José Zorrilla, detrás del Gran Teatro. González era platero y frente al mostrador tenía su saloncillo, donde tenía las botas de vino y su banco de trabajo. El tabernero-platero atendía al servicio y a su trabajo en las horas más tranquilas. Dada su proximidad al Teatro, y por la fama de sus buenos vinos, todos los artistas, cómicos, de ópera, de zarzuela, de varietés, acudían a este maravilloso recinto a degustar ambrosías.
- Este señor tenía enmarcados en sus patios y reservados fotos dedicadas a los mejores artistas que pasaron en aquella época por el Gran Teatro. Allí acudían persona relevantes por su proximidad a la Audiencia Provincial, magistrados, abogados, procuradores y ordenanzas. Por cierto, que el portero de la Audiencia, se llamaba Obispo de apellido. Buen enófilo hacia visitas constantes. Y uno de los abogados que frecuentaba la taberna -entonces los vasos de vino o medios se llamaban de a 24, que el 24 no era la graduación, sino el precio de 24 reales el cuartillo- hizo unos verso marcado en la entrada del Palacio de Justicia, que decía:
- 'A la entrada un cancerbero'
- 'nombre de prelado'
- 'antiguo caballero 24.'
- Más tarde esta taberna fue traspasada a Rafael Guzmán. Y allí seguía acudiendo lo más selecto de Córdoba. Había un peña intitulada “Los Aviones”, integrada por magníficos componentes, muchos universitarios, médicos, abogados, licenciados en las distintas ramas de ciencia y letras empleados de banca y comercio y el tipo de gracia e ingenio natural llamado Miguelito del Río y su comodín Ricardo Obrero, hijo de buena y acomodada familia que no había hecho ni trabajado nada en su vida. Y le decía Miguelito de Río: - Ricardo cuando te mueras te voy a poner el siguiente epitafio:
- "Aquí siguen descansando los hueso de Ricardo Obrero".
- Pero no hubo lugar. Miguel Murió antes que Ricardo. Dios los habrá acogido porque nunca hicieron mal a nadie.