Historia de las tabernas de Córdoba

Taberna El Chaleco

La Taberna Chaleco de Córdoba era famosa por su vino y su papel como punto de encuentro tras los funerales. Descubre su legado en la cultura cordobesa.

Taberna El Chaleco

La Taberna Chaleco, también conocida como Taberna Casa Chaleco, fue uno de los lugares más concurridos en la calle Campo de San Antón, situada cerca del cementerio de San Rafael, en la ciudad de Córdoba. Durante muchos años, este establecimiento fue un punto de encuentro para los trabajadores del cercano Matadero Municipal, que acudían a disfrutar de sus platos y bebidas.

En la cultura cordobesa, era una costumbre común visitar Casa Chaleco después de asistir a un funeral, ya que, como decía el dicho popular: “Entra a Casa Chaleco y bebe un medio de vino, si no, el tuyo viene de camino.” Otra versión del refrán advertía que “El que va a un entierro y no bebe vino, lleva el mismo camino”.

Estas frases eran un recordatorio de la importancia de disfrutar de la vida, incluso en los momentos más difíciles. La Taberna Chaleco se convirtió en un símbolo de la hospitalidad y el buen humor de los cordobeses, y sus clientes la recordarán siempre como un lugar lleno de vida y alegría.

Extracto de "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba. 1989

Fernando era su nombre propio. El apellido no lo recuerdo, ni creo que lo supe nunca. Estaba y está, pues continúa su hijo con ella, frente al matadero, al terminar la Ronda de Andújar, y próxima al cementerio de San Rafael, en la mano izquierda.
Allí, de madrugada, acudían los empleados del matadero, “a matar el gusanillo” con sus clásicas copas de aguardiente y otros que iban a sus distintos trabajos. Estas copas de destilación barata, las llamaba albañileras y una copa de buena cubicación valía la módica cantidad de quince céntimos de (peseta).
Cuentan que allí iban con alguna frecuencia los célebres y últimos bandidos del romanticismo llamados por los alías de Pernales y el Niño Gloria. A este último lo mataron en un cortijo próximo a Villafranca de las Agujas, pues este pueblo se dedicaba, aparte de sus labores agrícolas, a la fabricación de éstas; pues ya Cervantes en su inmenso Quijote, habla de los “Agujeros de la Posada del Potro” entre los pícaros que mantearon a Sancho.
Y después de la muerte del Niño GloriaPernales continúo frecuentándola hasta su marcha a México, donde en una pelea con otro bravucón encontró la muerte.
Chaleco padre era un virtuoso en el toque de la guitarra, en el estilo flamenco, y tengo referencias que su hijo continuó esta tradición.
Acudían también muchos aficionados a la tauromaquia, a torear las vaquillas de los corrales del Matadero. Cuentan que uno de estos aficionados que llegó al apogeo de la fama en este arte, fue Rafael González Madrid "Machaquito". Otros no pasaron de las bufonadas nocturnas como José Bejarano Martínez "Pepe Olla","California""El Chica"; y "Lata Montes".
En esta taberna había gracia amistad y compañerismo..
Los finales de los entierros, como era paso obligado al funeral, al regreso acudían allí. Y he aquí una anécdota ocurrida allí de sentimiento de un doliente: Volvía del entierro de su madre: Rafael Pietro Aguayo. Conocido por el apodo de “Guerrita el chico”, que había intentado ser torero, pero se quedó en Don Tancredo.
Después del funeral llegaron a Casa Chaleco: Iban cinco amigos y él. Guerrita el Chico pidió cinco medios blancos y uno negro. Los amigos extrañados le preguntaron: -Hombre, Rafael, nosotros blanco y tú negro
Y él contestó:-¡Vamos a ver quién es el que está aquí de luto!.Yo, que acabo de enterrar a mi madre.
Este es un caso de la gravedad humorística en ciertas mentalidades.

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