Las travesuras de un niño común ya pueden ser un incordio, pero las de un niño futuro inventor son mucho más que eso. Natural de Argamasilla de Calatrava, Vicente Fernández era hijo de minero, y contaba con mucho carbón en su casa para la calefacción de entonces, en los primeros años 70, cuando la crisis del petróleo. «¿Qué puedo hacer yo aquí», se preguntó. Y el experimento consistió en intentar sacar petróleo del carbón. La idea tenía buena intención, qué duda cabe, pero el resultado fue prender fuego a la cocina de su casa. «Mis comienzos como inventor no empezaron bien», bromea este cordobés de adopción rememorando la iniciativa infantil.
Si a la gente le pica el gusanillo, a Fernández le pican tres: el de la pintura, la literatura y la invención. Actualmente es profesor de pintura en su propio local tras dejar décadas de trabajo en el mundo de los seguros, en breve publicará un libro de relatos fantásticos que llevará por título ‘Viaje a la eternidad’ y que contiene una sorpresa al final acerca de la que no haremos spoiler. Y además acaba de inventar un sistema para aprovechar la energía eólica generada por el movimiento de los vehículos eléctricos al circular. Podemos ver seguidamente una de las figuras:
En este caso se trata de su sexta patente. Se le ocurrió al sacar la mano por la ventanilla y pensar qué se podía hacer con el aire. Tal dispositivo se encontraría integrado en la parrilla frontal del coche para no convertirse en un obstáculo aerodinámico. Se podría decir que es como si el vehículo contase con su propio molino de viento para obtener energía a partir de él. «A más velocidad, más electricidad genera», matiza el inventor. Esta turbina eólica podría contribuir con hasta el 20% de la energía, incluso más según el diseño de las aspas.
UNA VIDA DE INVENTOS DE TODO TIPO
Actualmente, por las enormes dificultades que entraña la financiación y la producción real de las patentes, Fernández se toma la invención como una faceta creativa más, como la pintura y la escritura. Pero no siempre fue así. Como inventor aún ingenuo que desconocía los sinsabores de un mercado tan difícil donde encima las copias chinas campan a sus anchas en caso de conseguir algo, el primer invento de su vida obedeció al propósito de llevarlo a cabo efectivamente de forma industrial.
¿En qué consistió? Hace ya tres décadas todavía estaban en boga los techos de uralita. Requería de un atornillamiento peculiar, pues un obrero tenía que subirse al techo y otro atornillar abajo. Por la ocasional endeblez de aquellas techumbres resultaba peligroso por la posibilidad de que venciera. Así que el tornillo patentado solamente necesitaba la pericia del obrero de abajo, con lo que se sorteaba el peligro de derrumbe.
Sus patentes, son variadas y se dedican a campos muy distintos. «Si estás atento a las cosas que pasan te das cuenta de dónde hay un problema y si puedes hacer algo», indica al respecto. Buena prueba de ello es otra que tiene actualmente protegida por la propiedad industrial, y que consiste en un dispositivo inserto en una señal de tráfico que mediante ondas hace que el coche se adecue a la velocidad que señala en caso de que la esté sobrepasando. Curiosamente tiempo después Ford patentó algo similar pero utilizando el vídeo.
Otra patente estuvo dirigida a impedir el hundimiento de buques, incluso un sistema para impedir atentados terroristas como el que sucedió en Barcelona u otros lugares, donde se da un atropello masivo, en este caso pensado para instalaciones militares o policiales, por ejemplo. Consiste en una plataforma que permanece en el suelo si el vehículo está autorizado a pasar, pero que se aparta si no está autorizado, apareciendo entonces un foso. «El Ministerio del Interior llegó a interesarse por este invento», recuerda.
EL INVENTO QUE ESTÁ POR VENIR
De la misma forma que no hacíamos spoiler con el libro de relatos tampoco lo hacemos con el próximo invento que ya está en marcha. Sencillamente adelantamos que podría solucionar con facilidad el problema que genera para las cofradías la lluvia en Semana Santa.