Historia de las tabernas de Córdoba

Taberna de Castillo

La Taberna de Castillo: un pedacito de historia en el corazón del Realejo

Taberna de Castillo

En pleno corazón de la ciudad de Córdoba, en la calle del Realejo nº10, se encuentra un lugar donde el tiempo parece detenerse. Se trata de la Taberna de Castillo, un establecimiento con más de un siglo de historia que ha sido testigo de la evolución del barrio y de la ciudad.

Fundada en el año 1912, esta taberna fue frecuentada por muchos de los vecinos del barrio, especialmente artesanos, como plateros, filigranistas, tallistas entre otros. Durante décadas, la Taberna de Castillo fue un lugar de encuentro y de tertulia, donde se compartían vivencias, se discutían temas de actualidad y se disfrutaba de las delicias gastronómicas que ofrecía su cocina.

Con el paso de los años, la Taberna de Castillo se convirtió en un referente de la vida cultural y social de la ciudad. Allí se daban cita artistas, escritores y personajes ilustres de la época, que encontraban en este rincón cordobés un ambiente acogedor y una atención personalizada.

Ramón Medina, uno de los grandes poetas y cantautores de la provincia de Córdoba, fue uno de los clientes habituales de la Taberna de Castillo. Allí escribió las letras de algunas de sus canciones más emblemáticas, como “Caminito de Santo Domingo”, “Romería de Linares”, “El Velillo”, “Callejita de las Flores” y las “Espigadoras” o “Morogas” en voz de los árabes, además de “Las Campanas de la Mezquita” y “La serenata de Aldea”.

A lo largo de los años, la Taberna de Castillo ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos. En la actualidad, ha sido reformada y cuenta con un nuevo nombre: Taberna Angel Ramírez. No obstante, sigue conservando el encanto y la personalidad que la han convertido en un lugar único y especial.

Extracto de "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba. 27 de marzo de 1988

Estaba de mozo o encargado del establecimiento Enrique Fresno, hombre afable y conocedor del negocio. Allí frecuentaban famosos jugadores de dominó y muchos artistas de los gremios artesanos de aquella Córdoba callada y tranquila. Plateros, filigraneros, tallistas y ebanistas famosos. Yo solía ir a esta taberna con Ramón Medina, cuando salíamos de retirada de su famosa "Peña El Limón" en la calle Montero. Allí componíamos y corregíamos las letras para las canciones de sus motivos cordobeses, pues don Ramón vivía muy próximo en la calle Mancera.
Allí escribió las letras de "Caminito de Santo Domingo", "Romería de Linares", "El Velillo", "Callejita de las Flores" y las "Espigadoras" o "Morogas” en voz de los árabes, además de "Las Campanas de la Mezquita" y "La serenata de Aldea".
Después lo acompañaba a su casa. Recuerdo una noche que lo acompañábamos José de Paz, un joyero de Madrid, que venía con frecuencia, pues le trabajaban los plateros cordobeses y nos dijo: “Amigos Manolo y Pepe, ya poco me vais acompañar, pues me estoy sintiendo morir”. Y efectivamente pocos días después dejo de existir.
Cantó como nadie el costumbrismo pintoresco de Córdoba, aunque él era nacido en Brisbueca, un pueblo de la Alcarria en Guadalajara.
Siempre que recuerdo estos lugares o tabernas donde convivimos con tantos amigos en horas eufóricas de buen humor y compañerismo alegre, acude el recuerdo de ellos. Y la amarga nostalgia de no poder volver a vivir lo imposible. Pero estáis en el recuerdo. Y piensa uno en aquel tópico que dice:
En los nidos de hogaño
no hay pájaros de antaño. "

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