Localización
Año 1880. Linares. Un grupo de personas, entre las que se encuentra el alcalde y algún concejal, le piden a un arriero que cantaba maravillosamente flamenco en una posada que por favor se quede esa noche para hacer lo propio en una fiesta. El arriero les contesta que no puede, pues está allí para vender anís. El alcalde le compra todos los pellejos, los reparte entre varios taberneros del pueblo y consigue así el recital. El cantaor no era otro que Rafael Reyes, que había fundado la empresa Machaquito veinte años antes.
Y hasta ahí nos remontamos. Año 1860. Rafael Reyes Rodríguez era jornalero. Pero para ganarse la vida decide empezar a destilar anís de forma artesanal. «Mi bisabuelo empezó con un alambique de 250 litros, ahora tenemos cuatro alambiques de mil litros cada uno», explica el coordinador de la empresa, Francisco Reyes. Entonces era común en regiones como Andalucía o Galicia, recuerda, que mucha gente se iniciase en el cuarto de animales de la vivienda en los menesteres de la destilación de aguardientes. «Vivían en la planta de arriba y se dedicaban a esta actividad que a veces era ilegal». El fundador hizo una fábrica donde Machaquito se encuentra actualmente. Se inauguró en 1880. Hoy día está en una zona muy céntrica del pueblo. Entonces estaba en los arrabales. «Mi bisabuelo puso ya dos alambiques grandes y mi abuelo más tarde los duplicó», rememora Reyes, que además ofrece un dato sorprendente: en Rute llegaron a convivir 70 fábricas de anís en algunos momentos. Esos alambiques se mantienen todavía hoy junto al modo artesanal de fabricar anís con los tiempos que requiere según manda la tradición.
En torno a 1892, las damajuanas y garrafas sustituyen a los pellejos. Y aparece la botella de cristal con su etiqueta. Hay que decir que Machaquito no se llamaba Machaquito…hasta que se le pide la cesión de su nombre. Entonces el diestro era una verdadera figura nacional. La empresa se adelantaba así a tiempos posteriores donde personas famosas nombran o anuncian productos de todo tipo. Y sin contraprestaciones económicas. Lamentablemente, indica Reyes, no quedan registros de aquel trato a causa de un incendio en unas de las oficinas de la fábrica hace años.
A lo largo de las generaciones, como decimos, Machaquito ha mantenido la tradición. Pero fiel al espíritu de los empresarios, dicha tradición se ha combinado con las innovaciones justas y necesarias para consolidar la continuación de la empresa ajustada tanto a los cánones como a las nuevas necesidades. Basten dos ejemplos.
El primero la construcción del patio leñera, donde se apila la leña necesaria, en este caso de olivo, para la fabricación del anís. Esta estancia resuelve los problemas que pudieran derivar de la obtención de leña y su mantenimiento. De hecho tiene dos espacios separados para la óptima preservación. «Cada año vaciamos uno de los dos contenedores de leña para sanear, higienizar y evitar que la leña antigua se deteriore», precisa Reyes.
El segundo tuvo lugar hace unos tres años. La olla gigante en la que se introduce agua, alcohol y matalahúva se conecta con la parte alta del alambique mediante una masilla hecha con trigo o cebada. Esa masa está amoldada como un rosco, se pone alrededor del alambique y se deja caer el capitel. Esa masilla evita que salgan gases, pero por las altas temperaturas se va endureciendo. Y para sacarla había que rasparla con espátulas y notable esfuerzo. Machaquito inventó -en colaboración con la Universidad Pablo de Olavide y el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera – unos anillos de acero en los que poner, gracias a unas hendiduras, un cordón de silicona. Problema resuelto.
Actualmente, y después de 162 años, Machaquito cuenta con gran presencia en Andalucía, también en Murcia, zonas de Levante, «y así hasta La Junquera», destaca su coordinador. También venden en terrenos tan competitivos como Madrid o el País Vasco. E incluso tienen presencia internacional en Luxemburgo, Alemania, Hispanoamérica o Japón.
Quién le iba a decir a Rafael Reyes Rodríguez, aquel jornalero, que un día su anís se vendería en el país de sol naciente.