Todos conocemos el tópico del jubilado que va a ver obras. En el caso de Andrés Aguilar habría que emplear lo contrario, puesto que este ingeniero mecánico industrial que lleva un año jubilado se ha puesto precisamente manos a la obra. De esta manera ha registrado su primera patente. ¿En qué consiste el invento? Se trata de un freno para puertas. Se podría decir que la idea parte de un mal recuerdo. Y es que Aguilar recibió tal portazo en la mano cuando era niño que las secuelas permanecen en uno de sus dedos. En la memoria explicativa de la patente señala que uno de sus propósitos es evitarle ese mal trance a otros pequeños gracias a la seguridad que proporciona su ingenio.
Este inventor cordobés cuenta con gracia el proceso que le llevó a hacer el proyecto, puesto que previamente diseñó otros artefactos en diversos campos -un enchufe de fácil extracción para no “arrancarlo” de la pared cuando se desenchufa, un invento para que el agua de la ducha no tarde tanto en salir caliente, o un artefacto que se pone en el grifo para producir una hidrolimpieza-, percatándose de que todos ellos estaban ya de una forma u otra en el mercado. Así que con el freno para las puertas fue más precavido y primero realizó una buena búsqueda para ver si existía algo parecido. Y resultó que no.
Es cierto que ya conocemos algunos artefactos que funcionan para este propósito. Está la clásica cuñita para que no se cierre la puerta, un tope en el suelo o un brazo hidraúlico. «Se me ocurrió hacer un freno que va dentro de la puerta», precisa Aguilar. En este caso el freno se acciona con el picaporte de la puerta, cuando se le da hacia arriba. El mecanismo es sencillo y el freno no se ve. Eso sí, al activarse mediante el pomo requiere de una fabricación conjunta con la puerta, no es un freno que pudiera comercializarse aparte. Este ingeniero cuenta ya con un prototipo hecho y está a la espera de presentarlo a diversas empresas.
La imaginación para los inventos por parte de Andrés Aguilar viene de lejos. Ya de estudiante se le ocurrió un sistema para evitar un problema que tienen los motores de dos tiempos, y es que en una de las fases de su funcionamiento tiran combustible fuera. «Se me ocurrió un sistema para interponer una burbuja de aire entre los gases de escape y el gas limpio que entra». Llegó a dibujarlo pero no se desarrolló.
Aguilar trabajó muchos años en ‘Industrias Ara‘, dedicada a la fabricación de rótulos luminosos. En 1991 puso en marcha su propia empresa ‘Aguilar Pino C.B.’, de termoconformado de plásticos, con la que fabricaba piezas de todo tipo, desde cuberteras para los cajones a bandejas de frigorífico. Y ahí llegó a diseñar sus propias máquinas, puesto que a inicios de los 90 algunos modelos de los mejores llegaban a costar unos veinte millones de pesetas de la época. Este ingeniero, tras un año de trabajo y gran dedicación logró poner las suyas en marcha con un coste de unas cien mil pesetas. Incluso llegó a añadirle variaciones posteriormente para que trabajase con más eficiencia que las otras tan carísimas.
En las próximas semanas, Aguilar tiene previsto reunirse con algunas marcas conocidas para presentar su proyecto. En principio sus planes consisten en ceder la idea pero no estar presente en el proceso de fabricación y comercialización de lleno.