Localización
El agosto de 2017, un grupo de empresarios encabezados por la multinacional chilena Crystal Lagoons, especializada en playas artificiales en entornos urbanos, ponían sobre la mesa precisamente el proyecto de una playa artificial junto al río Guadalquivir, en un entorno por determinar. La playa no sería fluvial para evitar costes altísimos, sino que tendría una lámina de agua dulce de 30.000 metros y una profundidad media de 2,5 metros. Entre los implicados estaba el arquitecto cordobés Rafael Castelló. Crystal Lagoons tiene un sistema global patentado para la creación de estos lugares. Se llama Public Access Lagoon e incluye desde la tecnología hasta el sistema de explotación mediante restaurantes, hoteles y todo tipo de eventos.
De esta forma volvía el sueño perdido desde que los cordobeses de entre 1957 y 1967 perdiesen la playa fluvial municipal del Molino de Martos, en tiempos donde había arena, el agua estaba razonablemente limpia y no estaba prohibido bañarse. Eran tiempos en los que el ocio empezaba a tener notable importancia para las familias y el río formaba parte de la vida de la ciudad. Había competiciones de natación e incluso concursos de castillos de arena. La cada vez mayor contaminación de las aguas y los problemas de erosión acabaron con esta playa.
En el caso de la playa artificial pública de Crystal Lagoons, Córdoba sería la primera ciudad de España en tenerla. En otros puntos de España, como Estepona o Sotogrande, existían lagunas similares pero siempre vinculadas a urbanizaciones privadas. Tras la presentación de forma general, se supo que la intención era incluir el proyecto en el plan general Arenal de la Fuensanta y en concreto en el área donde se colocan los aparcamientos de la Feria de Nuestra Señora de la Salud tras la A-4. Los responsables de la Gerencia de Urbanismo del equipo de la entonces alcaldesa Isabel Ambrosio mantuvieron reuniones al respecto. La playa diseñada por Castelló contaría con equipamientos como tiendas, bares y hoteles, pero todo estaba por determinar. El coste exclusivo de la playa, sin contar con el resto de instalaciones, estaba en unos 2’5 millones de euros. Crystal Lagoons ya tenía la experiencia de poner en marcha cientos de estos lugares por todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y Corea del Sur. Finalmente las reuniones no dieron su fruto y el proyecto no tuvo ningún recorrido.
Ha sido esta hasta el momento la idea de playa desde la de Martos con mayor solvencia empresarial. Ya en 2005, la la directora general de Promoción y Comercialización Turística de la Junta, Ana Gómez, anunciaba que se barajaba la posibilidad de poner en marcha playas urbanas, pero se quedó en una declaración de intenciones sin el más mínimo desarrollo. En el 2006 fue el propio Ayuntamiento de Córdoba el que manifestó su intención de recuperar la playa fluvial unida a instalaciones para el piragüismo y la pesca. Finalmente sólo se hicieron las de pesca, el llamado pescódromo, que quedó destrozado al poco de su inauguración por sucesivas inundaciones.
En el 2007 el Ayuntamiento volvió a la carga, con una propuesta que ya contaba con el visto bueno de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Se trataba de una playa desmontable que funcionaría de abril a octubre con tres ambientes (caribeño, brasileño y andaluz), zonas de césped, arena, áreas deportivas, escenarios y un espacio para la Feria de la Solidaridad. Tendría 19.000 metros cuadrados y un coste de 1’5 millones. También quedó en mera propuesta retomada dos años después con las suficientes variaciones (escenarios flotantes, espacios chill-out) como para descartarla de nuevo.
Desde el 2017 no se ha vuelto a proponer ninguna iniciativa en este sentido.