El capital como forma de cimentar

Algunas reflexiones sobre la importancia del capital, del largo plazo y la descomposición de las instituciones que han hecho nuestro modo de vida actual.

El capital como forma de cimentar

Algunas reflexiones sobre el capital, el largo plazo y la descomposición de las instituciones que han hecho nuestro modo de vida actual.

¿Qué instituciones se dedican al largo plazo? El progresivo derrumbe de las que había

Aunque daría para escribir mucho más de lo que mi escaso conocimiento ofrece, haciendo un rápido mental, nos daremos cuenta que en teoría la sociedad ha ido generando instituciones dedicadas al largo plazo en la sociedad y las que nos toca ahora, frente a las de otras épocas, son el Estado, la Iglesia, o la Familia.

En el caso del Estado y tal y como lo conocemos en los últimos 200 años más o menos, dividido teóricamente en tres poderes para hacer sostenible una sociedad y su organización. El poder ejecutivo que el propio sistema incentiva que las decisiones se tomen teniendo en cuenta siempre el corto plazo. Pocos políticos piensan en proyectos que sobrepasen su legado, entre otras cuestiones, porque el sistema de incentivos es perverso: aquellos que tienen capacidad ejecutiva, tienen 2 años fructíferos básicamente; el de entrada y el de salida del mandato, se encuentran perdidos.

Por otra lado, La Iglesia Católica ha sido la institución milenaria que más ha influído en la conformación de unos valores sobre los cuales la sociedad ha ido creciendo. Gracias a un marco doctrinal y de valores, el comportamiento de la sociedad se ha regido por una conjunto de normas morales, consuetudinarias también, en las cuales cada uno que nacía sabía como comportarse. Pero con una progresiva caída de las vocaciones sacerdotales y una caída del sentimiento católico en el caso de España, la Iglesia como faro de valores y “capital ético” de la sociedad está en franco retroceso.

Por último, la familia, no es ajena a este descomposición. Con un ratio de divorcios del 50% y con ya casi un 30% de niños nacidos fuera del matrimonio, la familia como elemento vertebrador de la sociedad está en crisis, en profundos cambios y donde el capital acumulado, al menos el de las familias tradicionales, se ve erosionado; el capital a generar en la nueva sociedad está por construirse y habrá de aprenderse.

El “capital de los valores”

Aunque la mayoría de nosotros asociamos capital con dinero, el concepto de capital es mucho más amplio.

Una de las definiciones de capital, en su acepción financiera es la del capital como conjunto de recursos físicos y financieros que cualquier agente económico (ciudadano, empresa, asociación) posee y sobre los cuales puede generar beneficios de los trabajadores de una empresa (o familia)

A partir de aquí, existen diferentes clasificaciones del capital en función de las variables por las cuales sean analizados.

Por ejemplo, el capital humano, que podríamos medirlo como toda la capacidad intelectual de una empresa formada por el conjunto de trabajadores, o el capital relacional que cuenta con todas las relaciones trazadas por la empresa y que les permite generar recursos con productos y servicios.

También podemos hablar del capital social, no desde un punto de vista contable, sino como aquellos recursos comunales e intangibles que hacen que se puedan llevar a cabo transacciones económicas en un entorno gracias a la existencia de esos lazos comunales.

Pero quizás más importante, al menos para mi, el capital más importante sería el capital de los valores, es decir, la educación recibida en tu familia y entorno más cercano y que conforman, en la mayoría de las ocasiones, la forma de vida durante el resto de nuestra vida.

Procedo de una familia cuya rama paterna eran comerciantes, médicos, dentistas, políticos (muchos de ellos universitarios desde hace 100 años ) y la materna, caracterizada por un empresario de pro hecho a sí mismo en los años 30 y 40 del siglo XX, tras perder todo su patrimonio en la Guerra Civil, y continuada con denuedo por sus hijos.

Mi padre siempre se ha preocupado más del capital de los valores, de cómo ser, del espíritu de trabajo (a sus casi 83 años sigue trabajando como dentista con más de 60 años de experiencia), de la generosidad (durante 7 años acudió cada verano a una zona deprimida de Perú para atender bucalmente a sus habitantes por poner un ejemplo), del empeño de la palabra dada (siendo presidente del Córdoba, prestó en el año 1978 más de 30 millones de pesetas al Córdoba CF para que no desapareciera), del honor (su abuelo se negó a que sus 2 hijos varones fueran soldados de cuota y eximieran su servicio a la Patria sirviendo ambos en África) o del pensamiento liberal (nos llevó en el año 1984 a conocer los países comunistas del Telón de Acero, en caravana, para que supiéramos de primera mano lo que era el comunismo y las consecuencias que tenía para su gente).

Mi madre, farmacéutica y con farmacia, optó por su parte, como casi todas las madres de entonces, por encargarse de la familia y de perpetuar valores inmutables que hoy en día nos siguen valiendo a sus 5 hijos: la conservación del capital; la propiedad y el tiempo necesario para mantenerla (mi abuelo materno creó Molina Serrano en los años 40 y que expandieron sus hijos al fallecimiento de este en el año 1968. En el momento de la venta de la empresa matriz en el año 1998, las empresas del grupo empleaban a 100 personas, tenía centros de distribución en diferentes provincias, mantenían farmacias, ópticas y restaurantes facturando por encima de los 70 millones de euros)la importancia de la unidad de los 5 hermanos y que siempre fuéramos a una (20 años después de su muerte, seguimos unidos); el concepto del ahorro, austeridad e inversión (perpetuado por su “garbanzo a garbanzo se llena la olla” ) y la bondad, generosidad, empatía y sencillez por el semejante, independientemente de su condición.

La reflexión de mi educación me llevó a entender que tanto mi padre como mi madre nos habían inculcado unos valores que lejos de venir predeterminados por una estrategia familiar, mi familia siempre ha sido atípica, eran el resultado de su propia educación y de la enseñanza acumulada, especialmente las aprendidas en sus respectivas familias.

Y esas enseñanzas acumuladas a lo largo del tiempo, no es otra cosa que capital en forma de valores; de formas de ser que ayudan a los descendientes a ocupar su lugar en la vida y en teoría, a ser más felices. Y esos pequeños gestos inculcados desde pequeños afloran cuando tenemos que educar a los nuestros.

Garantizar el capital de los valores, del conjunto de virtudes que acumuladas durante años hizo que los miembros de una familia llegaran, debería ser una obligación de cualquier familia que se precie, reconociendo los valores que hicieron posible ser quienes son y desechando aquellos que el tiempo ha demostrado erróneos.

Por qué es importante el capital

El capital es importante porque nos brinda diferentes mejoras en nuestro día a día. Algunas de los beneficios del capital son la certidumbre que ofrece gracias a los ingresos pasivos que es capaz de introducir y que permitirán, entre otras, cubrir nuestras necesidades sociales.

  • Permite sembrar de certidumbre el futuro.

El capital da certidumbre cara al futuro. Si tu capital está invertido en una casa, como es el caso de casi el 80% de los españoles, sabrás que, a menos que no pagues la hipoteca (para el 30% del conjunto de españoles), tu casa, donde duermes, será siempre tuya.

Pero una vez conseguida la base de tu seguridad, la vivienda, a medida que un capital se incrementa permite tener certeza para llevar a cabo otras tareas en el futuro (estudios, segunda vivienda, viajes, etc.).

  • Genera ingresos pasivos

Si el capital que hemos invertido a lo largo del tiempo dá réditos, beneficio, significa que tengo una fuente de ingresos que no depende de mi tiempo ni de mis habilidades, sino de haber invertido el dinero en un activo que produce.

Permiten, gracias al conocimiento de las matemáticas financieras, saber lo que eres capaz de acumular en función del interés que puedas conseguir del capital invertido.

El interés compuesto es el secreto a voces más extendido pero menos practicado. Consiste en seguir reinvirtiendo las ganancias obtenidas en un negocio y tener la baja preferencia temporal para hacer uso de ese dinero.

El capital como forma de cimentar
Fuente: Segurosypensionesparatodos.com
  • Cubre nuestras necesidades de ocio

Contar con capital y con réditos permite disfrutar de productos y servicios normalmente prescindibles en el día a día pero que tomados puntualmente, generan bienestar. Viajar, conocer otras culturas, gastronomía son formas de gastar nuestro capital que no se reinvierte, pero que genera la suficiente satisfacción.

La ley de rendimientos acelerados o de la asequibilidad de la tecnología

Cada generación desde la aparición de Internet se ve afectada en su crecimiento por una tecnología que determina en algunos aspectos su crecimiento.

La generación boomer nació influenciada por la TV y la radio; la generación X nació influenciado por los videos musicales, los radiocassettes y las salas de videojuegos; la generación Millenial por los primeros teléfonos móviles, los primeros videojuegos, los SMS y por el Messenger; la generación Y por los primeros smartphones, los Whatsapp y todo tipo de videojuegos multijugador conectados y ahora, la última por Youtubers, TikTok e Instagram.

Estas son algunas de las consecuencias de la ley de rendimientos acelerados enunciada por Kurzweil en los años 80 y que supuso llamar la atención sobre la aceleración en el desarrollo de la tecnología como uno de los factores a los que más veremos afectados y que son las menos entendidas y reflexionadas por parte de la sociedad.

La ley de rendimientos acelerados viene a afirmar que el cambio acelerado que estamos viviendo representa un incremento en la tasa de progreso tecnológico (y a veces también social y cultural) enorme, en ocasiones ininteligible. Según esta teoría, la Humanidad crecerá durante el siglo XXI a 200x el ritmo que lo hizo en el siglo XX.

La irrupción de nuevos productos y servicios que nos permiten llevar a cabo todo tipo de acciones inimaginables hace 10–15 años, hacen que nuestras formas de vida cambien de manera continua, pero no uniforme entre todas las cohortes de edad sino que cambian por quintos, por las propias experiencias de cada uno.

El capital individual ya no hace tanta falta para cubrir cada vez más tiempo.

En todas ellas y por la llegada de lo digital, la rapidez se ha ido acelerando y la satisfacción de la necesidad se ha ido acortando. Esta satisfacción de la necesidad que normalmente daba el capital a largo plazo, requería esfuerzo y trabajo duro durante mucho tiempo.

La rapidez inherente a la posmodernidad es antitético del largo plazo. Nuestras necesidades son satisfechas cada vez más por servicios digitales que están disponibles a golpe de clic. Ya no hay que acumular capital para satisfacer necesidades ya que estas son satisfechas de manera inmediata porque la tecnología se ha hecho tan asequible que por muy poco dinero, puedes consumir gran parte de tu tiempo de ocio.

¿Y la seguridad que ofrece el capital?

En mi opinión, como todo el artículo, la libertad más importante, si es que pudiéramos poner en un ranking los atributos de la libertad, es la libertad financiera.

La libertad financiera no es otra cosa que la capacidad autónoma de cada persona de regir su destino en función de sus intereses y no siendo el componente económico una rémora para cumplir con el proyecto personal de cada uno.

Pero claro, crecer y generar se hace mucho más rápido en familia. Y se hace en familia porque la familia es la que da el colchón inicial para que todo comience. Es el entorno donde el sueño de crecimiento se forja y donde la familia se pone toda a una para cumplir un objetivo.

Cuando la familia tradicional está en descomposición, la que dotaba de un marco de comportamiento moral esperable, las nuevas familias no tienen capital moral heredado en los que asentarse sobre siglos de experiencia a través de la prueba y error, sino que se articula a través de legislaciones creadas ad hoc que no pueden contemplar una experiencia acumulada.

El capital como forma de cimentar
La responsabilidad individual y el Estado.

España, un país que externaliza sus responsabilidades

España es el país de la sociedad occidental, probablemente herencia sociológica franquista, en las que el concepto de responsabilidad sobre los aspectos grupales son endosados al Estado.

En un reciente estudio de la Fundación BBVA , la población española del 2021 se caracterizaba entre otras cuestiones por lo siguiente en comparación con otros países:

  • Menor participación en acciones políticas sociales
  • Menor cuota de asociacionismo
  • Menor responsabilidad individual sobre el nivel de vida digno

Desde este punto de vista no es de extrañar que el concepto de capital como forma de asegurarse una supervivencia a largo plazo forma parte de muy pocas familias. No en vano, sólo el 20% de las familias españolas cuentan con ingresos adicionales, además de los derivados de sus rentas del trabajo.

Por eso, hablar de largo plazo implica en la mayoría de las veces a renunciar a placeres en el corto; cambiar el pájaro en mano, por el ciento volando; especular sobre aspectos que son inciertos y de entender la vida, no como un carpe diem, sino como un camino lento y de generación de riqueza de manera progresiva y aritmética en los primeros periodos y de manera geométrica en los últimos.

Es la lucha del pan para hoy y hambre para mañana frente a la cigarra de la fábula que mientras la hormiga no deja de trabajar para un mañana ella se divierte y disfruta el día a día.

Además, en una época posmodernista donde todo se mide en reacciones inmediatas y donde la infoxicación está presente en el día a día de cada vez más personas más y más atontadas, el esperar a mañana unos resultados no casa no ya con el espíritu de los tiempos sino con las necesidades de un mercado que premia lo efímero, es tarea de titanes.